Ayer, la función había cumplido las expectativas, hoy era distinto, había sucedido algo más. Mientras veía las entradas y salidas a escena, mientras esperaba su turno entre las patas del escenario, mientras el brillo de las luces dibujaba el movimiento, y la música impregnaba el ambiente, ella, se con-movía realmente. Ese día había alcanzado a bailar de verdad, había trascendido la forma, las cuentas, la técnica que apenas saboreaba, para lograr sentirse en movimiento armónico con todos y con varios momentos de su vida. En un instante sintió la pena de su primo fallecido antes de que su pierna fuera amputada. Ambos, en la distancia uno del otro, sabían lo difícil que sería reaprender a acompañar a Tabaco y sus Metales, al Grupo Mango, a La Fania All Stars, a La Ponceña y a muchas otras orquestas, usando muletas o una silla de ruedas. Quizá por eso él decidió no luchar más; la música y el baile popular habían sido para él, el mundo de la alegría y las penas, el encuentro con su madre, el de las amistades y novias, el de los vicios y problemas… en fin, el mundo de la vida.
Por eso quizá se dijo ¿para qué vivirla sin poder moverse igual? La con-moción de ella fue tal durante el segundo día de función, que revivió cómo había encontrado paz tras la muerte de su segunda madre, su tía, durante la ceremonia ritual a San Juan Bautista. Bailando en la plaza del pueblo de sus ancestros lo que por tradición ella sabía, pudo calmar el dolor de la pérdida. A su mente vino la imagen de Bautista, con su preponderancia roja, flotando encima de las cabezas de cientos de devotos, y sostenido por la vibración invisible de los tambores. Recordó y sintió como la danza fue la forma de liberar el llanto y ritualizar la pena. La soledad de la tristeza se desdibujó una vez más, al sumergirse en la energía colectiva, dejó de ser en ese instante para trascender en el tiempo, dejó de sentirse propia, para saberse de los ancestros. En fin, al regresar a las tablas, ese segundo día de función… la danza había vuelto a ella en sus múltiples expresiones, y había vuelto a convertirse en parte del sentido de su vida.