por Johan Mijail
“Se nos han dado muchos nombres: ilegales, extranjeros, trabajadores temporales, violadores de fronteras, indeseables, exiliados, criminales, no ciudadanos, terroristas, ladrones, forasteros, invasores, indocumentados…”
1.
Uno de los efectos emancipadores, más determinantes, que me ha dado el activismo de la disidencia sexual ha sido el tener la sensación de no estar sola. Digamos, más bien, que he encontrado en las Otras referencialidad mediante la visibilidad obtenida por sus existencias y trabajo fuera del mandato de la heterocisdominación. La soledad para mí, más que la ausencia de algo, significa la nostalgia del recuerdo de una caricia, un abrazo o un beso. La soledad para mí es el fin del proyecto estético-político del amor vegetal. Quizás la soledad es aprender a vivir con un dolor.
Dejé de sentirme sola en mi adolescencia, cuando leí a Aída Cartagena Portalatín. Con ella aprendí que una nunca está sola, que nosotras tenemos nuestra estatura, es decir, un cuerpo. Tratando de reinterpretar ese verso definitivo “una mujer está sola. Sola con su estatura”. A ella la considero una especie de “madre queer dominicana” dentro de la emergencia de invitar a imaginar y pensar, en ese país, profundamente travestitranshomofóbico, una idea compleja y experimental de una “mariconería tardía” (protoqueer) desde una negricia femenina-feminista en la generación de la poesía sorprendida dominada por la tradición masculizante de la “literatura dominicana”, que no reconoce, salvo algunos casos desde el rumor, el miedo, el chisme y el clóset (Manuel Rueda, Luis Alfredo Torres, Pedro René Contín Aybar o Hilma Contreras) que hay una línea curva y distópica donde las personas de la diversidad/disidencia sexual y de género tenemos un tiempo y un lugar, desde siempre, en todos los espacios estructurantes de la vida.
Que debemos derribar, urgentemente, esa idea de soledad en relación a encontrar personas que han deseado y desean desde las mismas pulsaciones, dándole un sentido a múltiples desviaciones a lo heteronormativo. Que debemos encontrar un aliento político de la diversidad humana en el ejercicio de una memoria que ubique ese “soy porque otros han sido” del Ubuntu de la filosofía africana como algo relevante. Yo no bailo sola en esto. Bailo, colectivamente, desde la comprensión, el amor, la tensión y la polémica con mis hermanas del activismo.
2.
Nosotras escribimos intentando proponer interrupciones a las lógicas hegemónicas de producción de sentido. Lo hacemos ejercitando pulsaciones escriturales que nieguen el triunfo de la heterosexualidad como forma de organización de la vida, lo hacemos intentando producir microfugas a las maneras de representación que ubican en realidades supremacistas unos cuerpos y rechazan otros. Nosotras escribimos intentando dinamitar los aparatos de producción cognitiva que se alinean a narraciones racistas porque los cuerpos que tenemos no son; ni heterosexuales, ni blancos.
Desde ahí, intentamos proponer críticas activistas -situadas- que toman posición frente a las formas hegemónicas de gestionar los discursos artísticos y la producción epistemológica. Es así como hemos podido encontrar un lugar en los flujos de circulación donde podamos negar una simpatía o un “estar cómodas” dentro del capitalismo global, proponiendo conceptos, prácticas, experiencias, imágenes y formas de organización que traicionen aquello que produce, habitualmente, sentido dentro del trabajo cultural. Nosotras así nos estamos escribiendo e inscribiendo dentro de lo contemporáneo, mediante un NO profundo que nos permita ofrecer un horizonte autobiográfico en busca de la colectivización de nuestra pena morena, las maneras de habitar nuestras negricias y presencias travestis, la excentricidad que nos constituye en nuestras sexualidades desviadas de la normatividad cisheterosexual.
3.
Mientras más he ido descubriendo las infinitas posibilidades performativas del cuerpo, en su realidad sexo-genérica, más he podido conocer mi interior. También he podido descubrir contextos externos en relación a cómo los demás socializan mi cuerpo y los cambios que voy teniendo, en mi aspecto físico y discursivo. Ahora que he “masculinizado” el aspecto de mi cuerpo en relación a la indumentaria, volver a usar pantalones por ejemplo o estar vinculada más con personas que son reconocidas y se reconocen como hombres homosexuales, incluso dentro de los roles homonormativos de “activo”, “pasivo” o “versátil”, he podido conocer mucho más mi interior, y ahora el AMOR VEGETAL, como proceso estético político de posición de mi cuerpo travesti, toma nuevas lecturas y sentidos. Mi interior dice y se enuncia así: EN ESTA INCERTIDUMBRE IDENTITARIA LO ÚNICO QUE SÉ ES QUE HOMBRE NUNCA HE SIDO. Mi cuerpo es trans, mi cuerpo no tiene patria. ¿Qué es lo que el otro espera encontrarse cuando dices trans? ¿Qué es lo que el otro espera encontrarse cuando dices travesti? Más allá de la melanina, ¿Por qué es más fácil, en mi experiencia, ser inmediatamente reconocido por el otro como negro y no como trans o como travesti? ¿Cómo pensar interseccionalmente todo esto? ¿Cómo enseñar a los otros a leer entre líneas? Mi vida no es mi identidad y ningún cuerpo es portador de una verdad absoluta. El cuerpo lo puede todo y nadie sabe todo lo que puede. Lo que sí es una certeza es que mi cuerpo al ser reconocido o socializado como trans o travesti es menos deseado. Al “homosexualizar” mi aspecto, mi círculo de afectos y de pensamiento, he comenzado a ser más deseado, incluso hombres heterosexuales se han sentido más cercanos a mí; y aquí lo fuerte: hombres cis heterosexuales que me hablan para que les presente alguna amiga. Todo lo que yo pueda socializar o entender como hombre me genera sospecha, disgusto e incluso miedo. Los hombres no están dentro del sujeto político de la revolución molecular a la que aspiro porque los hombres no han dejado de vencer. La revolución molecular a la que aspiro no tiene que ver con los hombres. Las históricamente vencidas queremos nuestra propia revolución contrasexual. Una revolución político-sexual donde podamos ser aquello que enuncia nuestro interior: EN ESTA INCERTIDUMBRE IDENTITARIA LO ÚNICO QUE SÉ ES QUE HOMBRE NUNCA HE SIDO. Lo difícil es dejar de ser negra.
El paso por la alteración al binario sexo-género aparece en mi cuerpo desde un travestismo subversivo que experimenta la inconformidad a la hegemonía heteronormal desde un “primero soy negra” como posición críticopolítica. En este recorrido me ha resultado más placentero pensar espacios microscópicos de emancipación cognitiva.
Para mí una crítica a la colonialidad del poder debe tener como una de sus prioridades la construcción de una racionalidad negra. Estimulo la producción de un pensamiento negro que se hace cuerpo, desde el cuerpo y con el cuerpo.
Hablar desde lo travesti no refiere, únicamente, a una apelación por el sujeto sino también por el discurso. Es decir, que si bien hay una crítica a la idea binaria de la identidad, travestirme implica la construcción de una reflexión discursiva que parte desde una propuesta de mi propia existencia y paso por los espacios de la escritura y el arte contemporáneo.
En ese sentido uno de los aprendizajes más fuertes y reveladores que he experimentando mediante el travestismo cultural ha sido el poder activar solidaridades con otras travestis, conocer un lenguaje. Devine travesti para motivar a otras a que sean ellas mismas y no para que hombres me escriban “pon la cámara” sin ni siquiera decir “hola” para mostrarme el pene, mientras se masturban escondidos de sus esposas, novias o madres.
Devine travesti para descolonizar mi experiencia política e histórica con el lenguaje. Devine travesti para establecer una relación decolonial con la producción normativa cis y heterosexual de producir escritura e imágenes: vidas. Devine travesti no para ser el ano receptor del fracaso de la masculinidad y heterosexualidad capitalística, sino para tomar posición desde un sentirpensarser que cuestione la tradición heternormativa del sexo y los discursos clínicos y coloniales de comprensión del género como cultura de la continuidad del biologisismo y el binario ¿Cuál cosa es ser trans? ¿Qué cosa es ser travesti? ¿Qué cosa es ser negra?
Insisto: ¿Qué es lo que significa ser trans? ¿Qué quiere decir “soy travesti” en el Caribe? ¿Cómo hacerse un cuerpo dominicano que cuestione lo cisheteronormativo? ¿Cómo politizar mi cuerpo frente al tigueraje como cultura hegemónica de lo local? ¿Cómo hablar con Yemayá de esto? ¿Por qué el estar en el país donde nací y se me asignó un género que no es mío me da miedo? ¿Por qué en República Dominicana mi cuestionamiento a la heteronormatividad no me produce un medio de trabajo teórico-académico dentro de los espacios del arte como en los otros países donde he estado o vivido? ¿Por qué allá no le intereso al museo? ¿Por qué no puedo hacer mis talleres de escritura cuir en la universidad? ¿Las travestis negras dominicanas dónde están? ¿Dónde está Nairobi o La Boris en la historia del cuerpo nacional?
4.
Llámala por su nombre: Nairobi.
Tu cuerpo apareció sin vida en una plaza pública cuando el calendario y la agenda feminista global avisan que faltan días para el ocho de marzo. Casi en el mismo momento que me entero de tu muerte recibo por email varios cuestionarios, que de responderlos se volverían entrevistas. Me preguntan, de manera insistente, sobre la transfobia y el racismo. Quieren que hable sobre la experiencia de las significaciones que activa mi cuerpo transmarica y afrodescendiente en el contexto heterosocial dominicano. Quieren que explique sobre la omisión histórica de nuestros cuerpos en fuga de la heteronorma, que diga algo cercano a los feminismos, sobre la crisis política dominicana por la suspensión de las elecciones municipales, sobre la ausencia de leyes que cuiden nuestros cuerpos, me preguntan por el transfemicidio de Alexa en Puerto Rico.
Las preguntas me las hacen a mí, pero tienen que ver con tu muerte. También me están preguntando por tu cuerpo sin vida en una plaza pública. Redactando este texto no puedo parar de imaginar tu sonrisa. Escribiendo este texto no puedo dejar de pensar en la profundidad de tus abrazos al saludar, en tu cuerpo de mujer negra y trans.
Una voz oficial cisgénero dice que tu fallecimiento se debió a un infarto. Muchas lo dudamos porque la autoridad es racista y transodiante. El día que organizamos una honra a tu paso por esta vida, muchas no entendíamos qué había pasado. Te moviste unos metros y luego no volviste. Ahora queremos movernos porque cualquiera puede ser la próxima. “No creo que los cuerpos disi- dentes, los cuerpos trans, los cuerpos negros, los cuerpos no hegemónicos, tengamos el lujo de morir por causas naturales”, escribió en un story de Instagram la activista negra Johanna Agustin Federico y le creo porque tienes que volverte eterna. Que tu resistencia sexual amplíe el diálogo sobre las políticas de los cuerpos que desean, piensan y existen fuera de la imposición y el control biopolítico de los cuerpos.
Queremos un castillo de flores para ti repudiando ese trato inicial de la prensa tratándose de hombre, cuando una y otra vez hemos dicho que en esta incertidumbre identitaria lo único que sabemos es que hombres no somos. Es muy extraña esta escena. Ninguna trans negra muere. Ninguna trans negra muere si no es olvidada. Nairobi vivía en República Dominicana. Nairobi vive ahora en nuestras memorias trans.